“¿QUÉ ES ENSEÑAR FILOSOFÍA?”
Presenta los siguientes elementos en torno a esa pregunta. Primero niega el abordar esta con una respuesta inmediata y superficial, pues de hacerlo abriría espacio a otras preguntas que pueden o no ser importantes para abordar el interrogante inicia. Tampoco se puede cambiar las palabras para replantear la pregunta por un aprender filosofía. Y enuncia un elemento que va de la mano con la pregunta del capítulo, y es la búsqueda de una concepción de la filosofía, cómo se le ve, pues de esto se sigue una visión sobre la enseñanza de la misma, así, nos dice ‘’Se podrá estimar que aprender filosofía es conocer su historia, adquirir una serie de habilidades argumentativas o cognitivas, desarrollar una actitud frente a la realidad o construir una mirada sobre el mundo’’. Y es que sobre éste problema no se puede pasar de largo, ni se le puede restar importancia. La pregunta por la enseñanza de la filosofía ha estado presente desde su nacimiento, y más aún en su desarrollo, a tal punto que con la Modernidad, por ejemplo, esta se oficializa/institucionaliza bajo ciertos criterios establecidos oficialmente (los cuales a su vez dan más o menos importancia a la Filosofía).
Esta cuestión, la relación del qué con el cómo es en últimas la relación entre la filosofía y el filosofar, una cuestión de alta importancia independiente de la visión concreta, en palabras del autor ‘’Estimamos que, más allá de que se explicite o no, lo que se considere que es filosofía debería tener algún tipo de correlato en la forma de enseñarla. Tendría consecuencias didácticas diferentes suponer, por ejemplo, que la filosofía es esencialmente el despliegue de su historia, más que una desnaturalización del presente; estimar su actividad como una cuidadosa exégesis de fuentes filosóficas, más que como un ejercicio problematizado del pensamiento sobre toda cuestión’’. (pág. 18).
Teniendo clara la relación entre el qué y el cómo mencionados anteriormente, termina el capítulo rescatando la idea de abordar toda enseñanza de la filosofía desde una filosofía, evitando siempre cualquier tipo de dogmatismo o sectarismo; señala Cerletti: ‘’Toda enseñanza filosófica consiste esencialmente en una forma de intervención filosófica, ya sea sobre textos filosóficos, sobre problemáticas filosóficas tradicionales o incluso sobre temáticas no habituales de la filosofía, enfocadas desde una perspectiva filosófica. Se podrá abordar, y de manera consecuente, enseñar, por caso a Nietzsche desde la filosofía de Heidegger o de Deleuze, a Hegel desde Marx, a Aristóteles desde Tomás de Aquino’’ (pág. 20-21).
· CAPÍTULO II, TITULADO “EL PREGUNTAR FILOSÓFICO Y LA ACTITUD FILOSÓFICA”
El autor presenta un interrogante que se puede formular de diversas formas, pero él la plantea “¿Qué hace, en definitiva, que una pregunta o un cuestionamiento sea “filosófico”?, ¿qué lo distingue de otro tipo de interrogantes?” (pág. 23). Uno también lo podría plantear así ¿qué de filosófico hay en la actividad que realizo? Como primera respuesta señala Cerletti que el tipo de respuesta que se busca con ese interrogante filosófico es muy propio y especial. La respuesta y razones que por ejemplo el Derecho o la Medicina, y en general cualquier otra ciencia y disciplina, dan ante la pregunta por la vida y la muerte es radicalmente opuesta a la que “daría” la filosofía. Y es que como dice Cerletti señala (pág. 24-25), la filosofía es un re-preguntar, y el quehacer del filósofo es ser un re-creador de problemas.
En últimas la Filosofía no se conforma ni con las primeras respuestas, ni con las más elaboras, ella, por su propia naturaleza es un replanteamiento del problema y la pregunta, no se le pueden exigir respuestas finales y concretas, primero porque no está interesada en darlas, y no podría darlas (y en eso está la gracia de la misma). Ahora, esos replanteamientos de la pregunta y el problema responden también a unos intereses propios y personales de cada filósofo o corriente, esto relacionado a lo planteado en el Capítulo I, se resume en que hay tantos replanteamientos como filósofos, en términos del autor ‘’Pero para la filosofía, la delimitación de su campo es ya un problema filosófico y, como señalamos en el capítulo procedente, no hay una respuesta unívoca a esta cuestión. Cada corriente filosófica, o cada filósofo, caracteriza a la filosofía de acuerdo a sus propuestas teóricas y representa un aporte más al nutrido bagaje semántico del término (pág. 26).
El último problema que en torno a esto se da, es, como lo plantea Cerletti “¿se puede enseñar el deseo de filosofar?” (pág. 27), ante lo cual señala: ’’Esto querrá decir que, bajo ciertas condiciones, cualquiera podría llegar a filosofar. Es decir, que cualquiera podría hacerse cierto tipo de preguntas filosóficas e intentar, en alguna medida, responderlas. Obviamente, el grado de profundidad, de dedicación, de referencia con otros problemas, de encuadre teórico, de erudición, etc., que tenga esa actividad será seguramente diferente al de un “especialista”. Pero no lo harían menos filosóficos” (pág. 28).
· CAPÍTULO III, “REPETICIÓN Y CREACIÓN EN LA FILOSOFÍA Y EN SU ENSEÑANZA”
Introduce preguntas tales como: “¿cuál es el nexo entre los contenidos filosóficos que se intenta transmitir en una clase y el acto de filosofar? (pág. 33)”. En últimas en el proceso de enseñanza y de relación filosófica se vuelve sobre algo ya planteado, sobre autores, temas y preguntas antiguas, para el ejercicio de replantearse en el presente. Y en la pregunta se voltea la mirada hacia dos lugares, un aspecto personal, y uno universal. Como dice Cerletti, “En toda filosofía hay algo de repetición y algo de creación. Algo de instalación en la continuidad de lo que exhibe la historia de la filosofía y algo de la aparición de elementos novedosos (…), la enseñanza de la filosofía muestra entonces sus dos dimensiones enlazadas: la dimensión objetiva –la repetición- y la subjetiva (la creación. Si forzáramos la separación de estas dos dimensiones, reconoceríamos sin dificultad que la llamada enseñanza tradicional se ha agotado en la primera de ellas (pág. 32. Pág. 36)”.
· CAPÍTULO IV, “POR QUÉ ENSEÑAR FILOSOFÍA”
Aborda una pregunta que tradicionalmente ha tenido cierto sesgo, primero por quién hace la pregunta, pues no es una pregunta que “hay que ganarse” y sacarla del espacio de la mera institución y la burocracia de ciertos funcionarios; y segundo porque esta pregunta esconde una intención, muchas veces cargada de cierto veneno, que es la pregunta ¿para qué sirve la filosofía?, pregunta que en una sociedad como la nuestra (capitalista, mercantilista, globalizada, etc.) es vital para aclarar la utilidad y los servicios que ella implica. El problema que esto trae, que en un inicio será el problema de “doxa” contra “episteme”, se materializa en la lucha por los espacios para la filosofía, dice Cerletti: ‘’Es posible constatar, de manera cada vez más acuciante que hay que empezar a justificar con mucho cuidado el sentido de la presencia escolar de la filosofía, junto a diversos saberes y actividades de nuestra vida actual. Es sabido que, a la hora de pelear por los espacios de la filosofía en los planes de estudio, aquel pasado sublime tiene poco valor, y quienes defienden aquellos espacios filosóficos deben disputarlos palmo a palmo con los especialistas de otras disciplinas que, a su vez, reivindican la necesidad y la importancia práctica de sus propios campos (pág. 43).
· CAPÍTULO V, ‘‘LA FORMACIÓN DOCENTE: ENTRE PROFESORES Y FILOSOFOS ’’
Señala el problema de la formación docente, básicamente la cuestión acá ya es armonizar el problema de “educación” por un lado, y de “filosofía” por el otro; no es que una u otra deba dominar, o que deba ser superior, sino que es la escogencia de una interdisciplinariedad del diálogo, esto es, que ambas son igualmente necesarias en el proceso, tanto de filósofo hay que tener, como de educador. Hay que tener una formación filosófica, eso es claro, no se puede enseñar nada de que no se sepa, pero también hay que tener una formación pedagógica que permita y posibilite el proceso de enseñanza y aprendizaje de la filosofía indistintamente del contexto y otros factores. En síntesis: La formación docente en filosofía debería “formar”, básicamente, a alguien que esté en condiciones de resolver el problema de enseñar filosofía en situaciones diversas. No a alguien que tenga meramente “herramientas” para enseñar, sino a alguien que sea capaz de evaluar los supuesto que acompañan diferentes herramientas (…) y por qué fueron así diseñadas, con qué objeto, con qué sentido” (pág. 60).
· CAPÍTULO VI, ‘‘ ENSEÑANZA DE LA FILOSOFÍA, INSTITUCIONES EDUCATIVAS Y ESTADO’’
Cerletti presenta el problema de la enseñanza de la filosofía y la institucionalidad de la misma (Estado y demás), para lo cual comienza con la experiencia de Sócrates y su juicio en Atenas. Con ello el autor busca señalar que “compatibilizar la libertad de la enseñanza de la filosofía con los requerimientos propios de la institucionalización de los saberes puede suponer algunos conflictos” (pág. 64). Lo cierto es que hay un vínculo entre Filosofía (su transmisión) y Estado, dado en fortalecer el lazo social.
También resulta importante problematizar la institución misma, dicho en términos del autor: “Las instituciones educativas no son lugares neutrales. Conforman el escenario de permanentes y múltiples disputas políticas, económicas, sociales y culturales. Tampoco los saberes que circulan por ella, son ingenuos” (pág. 70). La institución responde a unos ideales, a una visión y planificación de la sociedad que determinarán en gran medida cómo se dispondrán los elementos para la enseñanza y aprendizaje de la filosofía.
Por último, Cerletti propondrá una didáctica alternativa de la filosofía que se dé atendiendo a los análisis expuestos en los capítulos anteriores, esto es, enseñando a problematizar cada aspecto de la filosofía. En últimas “Enseñar filosofía es dar un lugar al pensamiento del otro. No tiene sentido transmitir “datos” filosóficos (…), no tiene sentido intentar traspasarlos sin vivificarlos en el preguntar de los alumnos” (pág. 82). Cierra también Cerletti con la afirmación ‘’La filosofía no es una cuestión privada, ella se construye en el diálogo. Enseñar significa sacar la filosofía del mundo privado y exclusivo de unos pocos para ponerla a los ojos de todos, en la construcción colectiva de un espacio público. Por cierto, en última instancia, cada uno elegirá si filosofa o no, pero debe saber que puede hacerlo, que no es un misterio insondable que atesoran sólo algunos (pág. 82).